Que hermosa es la historia del Istmo de Panamá desde llegada de los primeros pobladores del mismo hasta la que poco a poco vamos construyendo , a continuación un fragmento de dicha historia
Cerca de él yacía un bebé
también adornado con oro, quizá su hijo y por debajo de ambos, una enmarañada
capa de esqueletos humanos, posiblemente esclavos o prisioneros de guerra
sacrificados. Pruebas de
radiocarbono arrojaron resultados.
Atraídos por la noticia del cementerio, equipos de Harvard y, posteriormente, de la Universidad de Pensilvania habían emprendido un viaje de seis días en barco de vapor desde Nueva York hasta Ciudad de Panamá, de donde prosiguieron a caballo, en carretas jaladas por bueyes y piraguas hasta llegar a Sitio Conte.
De ser así, El Caño albergaría más entierros de jefes guerreros de la misma cultura. Solo era cuestión de buscarlos. La prospección inicial detectó rastros de un círculo ligeramente elevado, de unos 80 metros de diámetro. Con la esperanza de haber hallado el límite de un cementerio, Mayo comenzó a cavar justo en el centro y dio en el blanco.
Los artefactos que está extrayendo confirman que las descripciones españolas son, en general, fidedignas y que Sitio Conte no es la fabulosa excepción de una región arqueológica sin importancia. En el Instituto Smithsoniano, los especialistas que analizan la colección desenterrada por el equipo de Mayo también han hecho un importante descubrimiento.
Las impurezas naturales del oro apuntan a que el metal fue extraído y trabajado en la región, lo que zanja de una vez por todas el debate sobre la posibilidad de que los tesoros panameños fueran importados del sur, donde, supuestamente, había culturas más antiguas y avanzadas.
Breve historia del Caño
El Caño fue excavado por
primera vez en el año1926, momento en que un coleccionista llamado Hyatt Verril
buscaba piezas para el museo del Indio Americano, Hete Fundation, en Nueva
York, dichos artefactos fueron enviados y trasladados al Resource Center del
Instituto Smithsonian en Washington D.C. lugar donde se encuentran en la
actualidad.
La organización organización
de Estados Americanos patrocinó excavaciones en este lugar desde el año 1975 al
1979, el parque mantiene abierta una de estas excavaciones en el montículo N°3,
pasado el tiempo y continuando las
investigaciones el arqueólogo panameño Carlos Fitzgerald llega a la conclusión
de que el Sitio el Caño es parte lugar multicomponente y multifuncional más que
Sitio Conte en donde el Caño era
probablemente un mismo centro ceremonial regional.
En el año 2007 Carlos Mayo y
Julia Mayo viajaron a Nueva York y Washington D.C. con fondos de SENACYT para
realizar inventario de las esculturas a fin de tener un registro de las mismas
y poder realizar un análisis icnográfico.
Los resultados de las
excavaciones en Panamá revelaron la presencia de un círculo de tumbas por lo
largo del tiempo olvidadas y para el 2010 el grupo había excavado un foso de
casi cinco metros de profundidad en el que se descubrió restos de un cacique adornado con oro : Dos
petos repujados, cuatros brazales, una argolla de cascabeles, un cinturón con
cuentas de oros huecas y grandes como aceitunas, más de 2000 esferas diminutas,
dispuestas como si hubieran estado cocidas a una faja, y centenares de cuentas
tubulares que trazaban un patrón de zigzag en una pierna.
En el 2014 al reanudar el
trabajo durante temporada de secas que se extiende de enero a abril, el equipo
excavó un segundo entierro tan rico como el primero, el cacique con dos corazas
de oro al frente y dos en la espalda, cuatro brazaletes y una esmeralda, no
cabía duda de que el difunto había sido otro jefe supremo.
uno de los objetos encontrados |
dataron ambos enterramientos en 900 d. C., época en que comenzaba a desintegrarse la civilización maya, emplazada unos 1 290 kilómetros al noroeste.
Mayo apenas tuvo tiempo para catalogar los nuevos hallazgos; su equipo empezó a descubrir más oro. Relucientes en las paredes del foso, los artefactos marcaban los límites de otras cuatro tumbas. La arqueóloga inspeccionó la escena, atónita. "Me quedé sin habla por la fascinación y la preocupación", recuerda.
Ya había comenzado a llover y tenían que trabajar contrarreloj para recuperar todo el tesoro antes de que el río de las inmediaciones inundara el sitio. Además, sabía que los saqueadores no tardarían en llegar al darse la noticia de los descubrimientos, así que pidió a su equipo que guardara el secreto y rezó porque el cielo se despejara.
Aquella no era la primera mina de oro arqueológica descubierta en Panamá. A menos de tres kilómetros de donde trabaja Mayo, las excavaciones de Sitio Conte (llamado así por el apellido de los propietarios del predio) habían desentrañado la colección de artefactos más espectacular del hemisferio occidental.
Mayo apenas tuvo tiempo para catalogar los nuevos hallazgos; su equipo empezó a descubrir más oro. Relucientes en las paredes del foso, los artefactos marcaban los límites de otras cuatro tumbas. La arqueóloga inspeccionó la escena, atónita. "Me quedé sin habla por la fascinación y la preocupación", recuerda.
Ya había comenzado a llover y tenían que trabajar contrarreloj para recuperar todo el tesoro antes de que el río de las inmediaciones inundara el sitio. Además, sabía que los saqueadores no tardarían en llegar al darse la noticia de los descubrimientos, así que pidió a su equipo que guardara el secreto y rezó porque el cielo se despejara.
Aquella no era la primera mina de oro arqueológica descubierta en Panamá. A menos de tres kilómetros de donde trabaja Mayo, las excavaciones de Sitio Conte (llamado así por el apellido de los propietarios del predio) habían desentrañado la colección de artefactos más espectacular del hemisferio occidental.
El tesoro vio la luz a principios del siglo xx, cuando las lluvias ocasionaron el desbordamiento de un río que abrió un canal en un terreno para pastoreo. Pecheras de oro, pendientes e infinidad de adornos comenzaron a brotar de las tumbas, cayendo en cascada sobre las márgenes.
Atraídos por la noticia del cementerio, equipos de Harvard y, posteriormente, de la Universidad de Pensilvania habían emprendido un viaje de seis días en barco de vapor desde Nueva York hasta Ciudad de Panamá, de donde prosiguieron a caballo, en carretas jaladas por bueyes y piraguas hasta llegar a Sitio Conte.
los expertos opinan que las tumbas de los caciques datan de los siglos viii a x d. C. y explican que los artefactos corresponden a las descripciones de los conquistadores debido a que algunos aspectos de la cultura permanecieron inalterados hasta el siglo xvi.
Hacia abril de 1940, los arqueólogos que exploraban Sitio Conte habían encontrado una fortuna tan deslumbrante en artefactos para sus museos que decidieron partir, pero los pocos que continuaron la búsqueda bajo los verdes prados panameños no hicieron otros descubrimientos notables.
Esa región de América Central carece del atractivo que ha conducido a generaciones de científicos al territorio maya, más al norte; no posee vestigios arquitectónicos ni historias dinásticas o rastros de logros intelectuales, como un calendario. Cerca del mismo río que pasa por el cementerio de Sitio Conte, una fila de monolitos altos cruza el descampado de El Caño. En 1925, aquellas piedras llamaron la atención de un aventurero estadounidense llamado Hyatt Verrill, quien cavó burdos agujeros en las cercanías y rescató los esqueletos de tres siervos.
A pesar de los resultados poco alentadores, Julia Mayo tenía un presentimiento. Como investigadora asociada del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales en Ciudad de Panamá estudió el informe de Lothrop sobre Sitio Conte. Sabía que el explorador había encontrado monolitos, además de tumbas, así que concluyó que debía existir alguna conexión entre ambos hallazgos.
Hacia abril de 1940, los arqueólogos que exploraban Sitio Conte habían encontrado una fortuna tan deslumbrante en artefactos para sus museos que decidieron partir, pero los pocos que continuaron la búsqueda bajo los verdes prados panameños no hicieron otros descubrimientos notables.
Esa región de América Central carece del atractivo que ha conducido a generaciones de científicos al territorio maya, más al norte; no posee vestigios arquitectónicos ni historias dinásticas o rastros de logros intelectuales, como un calendario. Cerca del mismo río que pasa por el cementerio de Sitio Conte, una fila de monolitos altos cruza el descampado de El Caño. En 1925, aquellas piedras llamaron la atención de un aventurero estadounidense llamado Hyatt Verrill, quien cavó burdos agujeros en las cercanías y rescató los esqueletos de tres siervos.
A pesar de los resultados poco alentadores, Julia Mayo tenía un presentimiento. Como investigadora asociada del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales en Ciudad de Panamá estudió el informe de Lothrop sobre Sitio Conte. Sabía que el explorador había encontrado monolitos, además de tumbas, así que concluyó que debía existir alguna conexión entre ambos hallazgos.
De ser así, El Caño albergaría más entierros de jefes guerreros de la misma cultura. Solo era cuestión de buscarlos. La prospección inicial detectó rastros de un círculo ligeramente elevado, de unos 80 metros de diámetro. Con la esperanza de haber hallado el límite de un cementerio, Mayo comenzó a cavar justo en el centro y dio en el blanco.
Los artefactos que está extrayendo confirman que las descripciones españolas son, en general, fidedignas y que Sitio Conte no es la fabulosa excepción de una región arqueológica sin importancia. En el Instituto Smithsoniano, los especialistas que analizan la colección desenterrada por el equipo de Mayo también han hecho un importante descubrimiento.
Las impurezas naturales del oro apuntan a que el metal fue extraído y trabajado en la región, lo que zanja de una vez por todas el debate sobre la posibilidad de que los tesoros panameños fueran importados del sur, donde, supuestamente, había culturas más antiguas y avanzadas.
yacimiento de osamentas |
El dorado de Panamá
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